:: nueStras leTras ::

 Un poco de aquello que ponemos entre las tapas

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Contraste improvisado

  Acelerada, inservible, escéptica, luminosa, contrastes hoy, viento de fresco crecimiento y madures que parte en la infancia infinita y el calor de las pupilas, y los chaparrones que giran en otra dirección, ya no es la contraria, solo es el camino, un camino lejos del centro del bullicio y la ambición superflua y mundana. Muchos rostros descubrieron este néctar que yace en mí. Varios rostros comparten el mismo néctar, y me palmean como su par, no su aprendiz, mucho más así me respetan.
  Entonces busco el espejo y me la creo, eso que parecía ser un simple juego ahora se pone serio, y funciona, como en los sueños.
  Insomnios cargan este compromiso de ponerme al día conmigo, de aprovechar esa luz, pero no todo brilla.

(Del libro Psyché)
Elisa Pérez

DENTRO TUYO


Si te miràs de adentro
te quedàs austero,
colmando vastos valles
con pregonares de cèlulas.

Si sentìs y no entendès,
no te asustes que es a drede,
son tretas para desviar
al que no conoce su rubì.

Si te sabès leer
te vas a enfermar menos,
tu templo gravitarà,
el sol sembrarà oxìgeno.

De: Lunaria de Javier

Juan T.



Revolver

Tres. Tres centímetros de espacio vacío. Una cama de dos plazas ocupa todo el cuarto. El quería y no quería soñar, las contradicciones de sus ideas daban círculos, como dos palomas, volando, de un lado al otro de su cabeza. Una de esas ideas, era el deseo de matar a alguien, la otra, el deseo de comer, una enorme ensalada rusa, acompañado de Simonette. Se acordaba de lo que le había dicho un año atrás, Herón a Simonette, cuando iban caminando por uno de esos callejones negros de amor, le había quedado una sensación de que todo era un chantaje.
El intuía que Simonette no lo quería más, y que en cualquier instante, se escaparía con otro hombre, y ese otro hombre, era Herón, porque él no era un fracasado, ni un miserable, como yo. Herón, venia de una familia burguesa de mucho dinero, vivía de las rentas y de una herencia que le había dejado su abuela, tenía el mañana asegurado. Yo, en cambio, no soy nadie, no termine la primaria, ni tengo un mañana asegurado, ni un nombre que quede grabado, en el recuerdo, de alguna criatura brillante de belleza. Mi nombre es seco, frio, como el engranaje de un reloj. Somerio, ese es mi nombre, pero me llaman Somer, porque dicen que me parezco a un inventor de mil seiscientos y pico, que se llamaba algo así como Edward Somerset.
Lo tenía todo calculado, iría a la casa de mi tío Laurencio, me tomaría un par de mates con él, después de escucharlo hablar como disco rayado, sobre los acontecimientos de la revolución rusa, sus ciudades y fechas, donde habían ocurrido hechos grandiosos y excitantes, que a mi, sinceramente no me importaban. Después de escuchar todo eso, debería esperar a que su corazón, empiece a bombear como una maquina pesada, hasta que su sístole y diástole, le produzcan el sueño perfecto, con el recurrente hilo de baba que le caería durante unos breves segundos, de una de sus comisuras, de su boca reseca, hasta su clavícula. Luego de observar todo dicho proceso, que formaba parte de la vida de tío Laurencio, me dirigiría al living, donde en uno, de los trece cajones, de su mueble de algarrobo, escondía sus armas.Estaba seguro de que las guardaba en el quinto cajón, corrí hacia él, lo abrí, con la autentica expresión de la audacia y le robe ese revolver que tanto deseaba.
Somerio, pensaba para si mismo, en silencio, “Ahora, solo me queda ir, a la aristócrata casa de Herón”. Pero en el trayecto del camino, precisamente cuando estaba cruzando el bosque, tuve una sensación extraña, detrás de mis omoplatos, como si me crecieran de repente, un par de alas blancas. Deteniéndome en la acción de caminar, me hacían volar al ras de la tierra, llevándome a un paraíso extraño, parecía ser el Congo Belga, del que me había hablado, tantas veces, mi tío Laurencio, cuando de joven tuvo que ir con una milicia revolucionaria; y con Simonette lo escuchábamos con una atención tan real y hermosa, que generaba una distancia misteriosa entre los tres, creando tres centímetros de espacio vacío, de distancia, entre cada uno de nosotros. Ahora me sentía cada vez más lejos de la tierra, de aquel pedacito de luz, que me había sido regalado.
Una distancia misteriosamente cruel, me alejaba del deseo de comer, una enorme ensalada rusa, acompañado de Simonette, de mis sueños, de la tierra que había sido mi paraíso.
Memorias de Somerio. (palabras 583)

Monilu/Lucia Rios







¿Quién sería capaz de atravesar el fuego para evitar el sol quemando sobre la arena? ¿Quién sometería el largo de sus pestañas para olvidar el dolor? ¿Quién ampollaría su alma con tal de dejar de pertenecer al ejército de piedras que espera a la orilla del mar?

                Pues yo no sé si es la llama -ese ardor que ilumina la noche- la que encenderá por fin las agujas de mi cuerpo, pero este lugar en el desierto se ha convertido en una cárcel invisible que mis sueños sonámbulos ya no toleran.

Inscribo
en este t·i·e·m·p·o
cíclico y MAQUINAL
de la birome
tu sonrisa

Solamente por no decir
cuánto de extraño
el brillo
de un par de ojos
que veo
repetirse
a lo largo...

...de las lunas
del m-u-n-d-o

Es que este sol que es
tanto acomodo
del despertador que
se REVIERTE
juega
y me dice:
"la hora de lo inmedible
ha llegado, eres tú
quien en este instante
debe hacerse
[cuerpo]
de todo aquello que
[sólo]
acontece... en estas tierras"

De pie caigo en el agujero
y grito
porque en mi espalda
se forjan alas
que ni siquiera en sueños
imagino su vuelo.

La Colombina

          




¿Quien deja caer el oro del sexo?
¿Quién deja caer el sexo de oro?
El mar gruñe con sus uñas de aguila,
su hocico colorado de pez fluorescente
quiere abrir la puerta de mi sexo de oro.
Me mira desde el río amazonas
y me besa los pies. No se atreve aun.
¿o no me atrevo aun?
Mis pies son dos conchas de mar.
¿Son mis pies parte de un sueño olvidado?
Las piedras sensibles de mis manos desaparecen
al ahogarse en un río negro de ébano,
marrón de café con leche, me distraigo, y doy
un salto en el cielo almibarado de silencio.
 La Plata 2009 (estrella eléctrica)

(Del libro: Mundo jardín, proximamente. Lucía Ríos)


Tetas mías

Mis senos están repletos de sudor
desnudos como la tierra,
son semillas que no dejan de florecer,
dos berenjenas de luz,
dos galaxias de polvo,
de dios, de sol, de frutas.
No tengo nada que ver con el descubrimiento de la muerte.
Ni quiero saber.
Pequeñas intuiciones de mar.
Mis ojos sonríen detrás del sol,
debajo de la cama lagrimean,
brotan, metamorfoseándose luego en lunares de amor.
Si llegaran a morir, ellas solo piden
que las entierren desnudas
como si fueran piedras
y dicen(con voz delicada en lentitud, deteniendo el tiempo, como magas blancas)
-solo queremos que nos entierren en la tierra desnuda
de sol.  
La Plata 2009(estrella eléctrica)
 
(Del libro: Mundo jardín, proximamente. Lucía Ríos)
 
Mago cosmico blanco

Resistir hasta que la vejiga explote y el clítoris tiemble con la resonancia mágica de los planetas, y salto de temor, trato de escribir para dejar de escuchar esos ruidos ensordecedores, con aliento a   ciruja olvidado, despojados del péndulo hipócrita, del reloj podrido, de este mundo censurado. Necesito opacar los ruidos, se multiplican están goteando por las paredes de  la habitación, detrás de cada ventana, de cada puerta, detrás del patio debajo de las sillas, de la mesa octagonal, idiotamente ordenada,  ahora se detuvo frente al patio, me da su espalda, me dice “besame la espalda” me acerco, y mientras camino con la boca mas que con las piernas, alcanzo a darle el beso, y entonces se va con su espíritu de viento, gira como un tornado llevándose todos los ruidos de la casa, de la noche, se me nubla la vista, debe ser por tanta neblina, miro el florero lleno de zanahorias, agarro una y me la como a pedacitos, me huelo el aliento, es agradable, y observo que tengo la lengua de una serpiente, me da miedo.
(fragmento del poema Mago Cosmico Blanco)
(Libro: Cortocircuito. Lucia Rios)


Cuatro monos

Mi vulva olfatea mis manos, es una manzana verde madurando al sol. La veo caminar por una chacra, se esta guardando uvas de tierra  fresas frágiles, frutillas hermosas y guindas violetas  es de noche y ya no sueña con serpientes blancas. Consulta a su oráculo por lo ocurrido, olfatea campos de sanación, encuentra unos cajones apilados, llenos de frutas podridas, que por alguna razón supone que están ahí para ser arrojadas como alimento a los chanchos. Sigue caminando, escucha detrás de los álamos una música oriental, de viento, que la atrae intuitivamente. Sin pensarlo se acerca, la música se transforma en lamentos de murciélagos, de noche, de humo, de maderas, de fuego, se detiene, mira a un hermoso árbol que esta soñando (quiero suponer que es un nogal) se guarda un par de nueces de amor y lo saluda, sin despertarlo, con un beso en la frente, y en el instante de darle el beso, recuerda que el árbol fue su amigo de la infancia, y el oráculo le dice “todas las vidas están llenas de misterios”. Se queda perpleja como una pera, sus manos corren al cajón de manzanas podridas, se trepan como monos, sostiene una manzana en cada mano, desapareciendo al ser arrojadas a los chanchos, como imágenes al perderse en el tiempo, como yo y mi serpiente blanca, de la mano de mi vulva, caminando sobre la tierra verde  

(Monilú. Lucia Ríos)


Quédame marcado
dolor sacro
ocultamente constante
es
sombra del paso

Olvídome del tiempo
liviano cuerpo
reptando obligadamente
contra
respirar sin pausa

Y aquí está todo mi
todo llorando por dentro,
buscando en la entraña
la vida que no encuentra
en la telaraña infinita.

Crújenme los huesos
cadera partida
silenciosamente mensaje
todo
desvelado en luna

Los ojos miran fijo el
reino de la fantasía, parpadean
y van al sueño, abren
de nuevo pestañas y creen. Las
manos apretadas golpean,
adentro y afuera de las
preguntas.

Piénsanme alas
risas ciegas
perversamente translúcidas
olvido
escucho el motor

Párpados que se cierran como
un telón adelantado. La noche se
cierne sobre mi pero me resisto.
Me quedo porque escribo con ella,
hasta que me chupe el sueño.

De:  La Colombina