lunes, 16 de mayo de 2011


Tortuga amarilla

Me desperté ladrando. Me dolía todo el cuerpo, sobre todo la pierna izquierda. Me toco con la mano en el lugar del dolor, siento dos bolas, dos montañas, dos heridas, me miro la mano roja, roja de pena. Me levanto y me acerco al espejo, el único que mira mi cuerpo, mi cuerpo cansado. Le doy la espalda para ir en dirección a las escaleras, pero me quedo en el borde, mi pensamiento me detiene, como no se detiene un suicida al borde de la cornisa, dejo de pensar, y me atrae como un imán el espejo, la curiosidad, la infancia, tu mirada, tus manos, la curiosidad del gato, la picardía de tus ojos, la fidelidad del perro, la fidelidad del perro que deje de ser cuando desperté del sueño. Sueños lucidos, sueños de luz y de obscuridad.

- ¡BASTA, CORTALA! ¿CUANTAS PIEDRAS MAS VAS A ARROJAR? Me dice Pierrot

Lo miro de reojo, con osadía, no a Pierrot sino al espejo blanco, que se lleva todo lo mío, como el rio: se lleva las piedras, las ciudades, los caminos., como el tiempo: se lleva mi cuerpo, las almas, las personas y me deja vacía, con una sonrisa borrosa. Siento que el espejo sabe lo que pienso, lo intuye muy bien, pero no le importa, y ese “no le importa” se le nota en la mirada, me esta mirando fijamente la pierna, donde están las dos heridas que con el tiempo se convertirán en dos cicatrices. Me mira con mirada obscena, con mirada sensual, de terciopelo blanco, me mira deseándome, como se desea un cuerpo, como se desea la muerte, como Pierrot desea la vida. Ahora me esta mirando la bombacha blanca, con dibujitos de niñas vestidas de colores. Ya no tengo 10 años, ni 15, ni 20, ni 33, ya no tengo edad. Ya el tiempo me ha dicho muchas cosas. Escucho colores violetas y amarillos, a una niña gritar, a un borracho eructar ( rojos) a un perro aullar, a un guacamayo gemir ( verdes) a mi hermana llorar. Solo vuelo como una tortuga amarilla, arriba de una piedra, haciéndole el amor, vuelo en tu lejanía, de saber que no existo, de que no existo para usted, pero si usted para mi, vuelvo en las lejanías de su soledad, en las cercanías de las islas Galápagos, ahora solo me queda ser una piedra, que escucha la música de nuestro viaje.


Monilu/Lucía Ríos. www.maquinadepeces.blogspot.com

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